Vanessa Córdoba - Foto: pulzo.com |
La formación de una futbolista colombiana que hoy ha trascendido los
escenarios de importantes torneos, fue narrada en crónica de Marion Reimers en The New York Times en
español, hablando del fútbol en América Latina. Este es el relato sobre una
jugadora de fútbol colombiana …
Vanessa Córdoba decidió que quería ser futbolista a los 6 años. A esa
edad vio a su padre, el arquero colombiano Óscar Córdoba, coronarse campeón de
la Copa Libertadores de 2001 con Boca Juniors, un momento icónico para los
hinchas del equipo argentino.
El año anterior, ella estaba presente cuando su padre fue nombrado el
jugador más valioso después de la final de la Libertadores 2000, donde atajó
dos penales clave. Óscar Córdoba recibió un flamante Toyota del patrocinador
del torneo y, como cada jugador, unos 80.000 dólares del premio de la copa,
además de las primas monetarias del club.
Vanessa había visto de cerca la vida de un futbolista profesional y
decidió convertirse también en arquera y perseguir el sueño de ser jugadora de
élite. Lo que no sabía entonces era que no se trataba solo del juego y la
competencia; ni siquiera del trabajo duro y el talento.
EXPLORA NYTIMES.COM/ES
La sorpresa de las mujeres de La Paz
“Uno por televisión ve el lado bonito del futbol: estadios llenos,
buenos campos, medallas, trofeos”, dice por teléfono desde Bogotá la arquera de
la selección de Colombia. Pero desde que empezó a jugar para el Colegio
Panamericano Bucaramanga a los 17 años empezó a entender “la importancia de los
factores externos”, cuenta, refiriéndose al trato de los clubes y los hinchas
hacia sus equipos femeninos.
Vanessa Córdoba, segunda de izquierda a derecha, de la Selección
Nacional Femenil de Colombia en una sesión de entrenamiento en Bogotá en abril
de 2019 (Credit Diana Sánchez/Agence France-Presse — Getty Images.)
Su experiencia en la selección y a nivel internacional le ha mostrado
las diferentes formas que toma la desigualdad de género: “Los detalles
contractuales, los campos en los que nos toca jugar; ha sido un golpe duro. Yo
esperaba otra realidad y me frustra ver que sí, nosotras vivimos lo mismo que ellos,
pero nos pagan menos”.
El sueldo mínimo de una jugadora en Colombia es de 245 dólares
mensuales, mientras que para un hombre ronda los 3.000 dólares. Sin embargo, el
desequilibrio en la remuneración es la contracara de un soterramiento que se
manifiesta abiertamente: en 2017, por ejemplo, cuando se presentó la camiseta
de la selección colombiana, los jugadores del representativo varonil fueron
convocados a portarlas; la camiseta femenil, en cambio, fue presentada con
modelos. Crónicas del The New York Times
Ajuste
de contenido y diagramación: bersoahoy.co
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